Historia: Persiguiendo símbolos

Idioma Español – Una historia para estudiantes de español
Nivel C2 (6 de 6) – Avanzado (Nativo) ¿Qué es esto?

Polvo seco y rojo. Cuando la mayoría de la gente piensa en Marte, eso es todo lo que se imagina. Pero para Felipa era el lugar más fascinante del universo.

“Dame tu opinión cuando hayas examinado las pruebas”, dijo Felipa con brusquedad.

“Mi tiempo es oro, querida. Yo estoy haciendo un trabajo de verdad.”

La mayoría de los científicos en la estación de Marte estaban trabajando en el mismo proyecto: construir la primera ciudad en Marte. Felipa llevaba a cabo su propia investigación.

“He encontrado el mismo símbolo en decenas de rocas por todo Marte”, insistió Felipa. “Un cuadrado con una línea y un punto. Es una lengua antigua. Ha debido de existir una civilización en Marte en el pasado. ¿Cómo lo explicas si no?”

“¡Un cuadrado con una línea y un punto! ¡Decenas!”, se burló la otra mujer. “No me sorprende que el gobierno te mande de vuelta a la Tierra. ¿Cuánto dinero han desperdiciado para que juegues a estas cosas?”

Felipa sabía que había tenido suerte de recibir tanta financiación. Pero sin pruebas concluyentes después de tres misiones, el gobierno se había negado a financiar una cuarta. Era su último día en Marte.

“A ellos no les importa su teoría”, rio el hombre frente a ella en la mesa. “Es la única persona lo suficientemente loca como para explorar esa parte de las cuevas. Sus mapas son obras de arte. Con ella salen ganando.”

“Deberías haber sido artista, querida. ¿De qué color eran tus antiguos alienígenas? ¿Rojos o verdes?”

Todos los científicos se rieron, excepto el joven sentado al lado de Felipa. Él parecía compasivo.

“¿Quizá sea momento de aceptarlo, Felipa?”, dijo él. “Es solo una coincidencia. La teoría era buena. Querría que fuese cierta. ¡Lo cambiaría todo! Pero, como científica, hay que asumir cuando uno se equivoca.”

Felipa intentó sonreír al joven. Quizá tenían razón. Se quedó mirando su sopa. Su cuchara había formado un patrón intrigante en ella.

Felipa saltó de la cama en mitad de la noche.

¡No podía ser una coincidencia! Su misión no había terminado, aún no. Quedaban seis horas para el amanecer. Todavía quedaba por explorar la sección sureste de las cuevas. Aún tenía tiempo.

Temblando de emoción, Felipa atravesó silenciosamente los pasillos, se puso un traje espacial y salió de la estación.

Una hora después, ya estaba en las profundidades de la sección sureste de las cuevas. Allí los túneles eran extremadamente estrechos y complejos. Por eso los había evitado antes.

No tardó en encontrarlo: un cuadrado con una línea y un punto tallado en una roca. De repente, tuvo una idea. ¿Y si los símbolos indicaban un camino?

Continuó en la dirección que señalaba la línea. Pronto encontró otro símbolo y siguió nuevamente la línea. Durante una hora más, siguió los símbolos adentrándose cada vez más en las cuevas.

Pero, finalmente, Felipa llegó a un callejón sin salida. Agotada, se sentó en el polvo. Estaba loca. Los símbolos eran aleatorios. Había desperdiciado años de su vida.

¡No! Se negaba a creerlo. Se levantó de un salto y apuntó con su pistola láser. Sin pensarlo, disparó.

Cuando el polvo se disipó, Felipa no podía creer lo que veían sus ojos. Había una gran caverna al otro lado de la roca. Era la emoción más intensa que había sentido jamás. Se precipitó al interior.

Entonces oyó un grave estruendo. La caverna empezó a derrumbarse. Se vio obligada a correr cada vez más adentro. Las rocas cayeron a su alrededor. Cuando cesó el estruendo, Felipa quedó atrapada en un hueco no más grande que su propio cuerpo.

Durante unos minutos, gritó. Dio puñetazos. Intentó enviar una señal de auxilio, aunque sabía que estaba demasiado adentro de la cueva. Lloró.

Entonces lo vio. Las rocas a su alrededor estaban talladas con líneas y líneas de una escritura antigua.

Por fin había demostrado su teoría. El último día que pasaría jamás en Marte.